No mires a los espejos

 Un día que estaba con mi novia de viaje en Cádiz, se me ocurrió que fuéramos a una casa encantada de la que había oído hablar en un blog de misterio. La leyenda decía que allí vivía un capitán de barco con su familia. Cada vez que el capitán volvía de su travesía, traía a su amada hija un espejo, ya que la joven adoraba estos objetos. El capitán nunca se olvidaba de llevar el esperado regalo, puesto que su hija era la niña de sus ojos, y durante años le trajo uno tras otro hasta que la casa estuvo repleta de ellos. Espejos que reflejaban cada uno de los rincones y que hacían que los espacios se multiplicasen y se deformasen de mil maneras distintas. Tan extraña llegó a ser la casa que las amigas de la joven dejaron de acudir a la casa por el miedo y la incomodidad que les causaba la mansión.

Pero había otra persona en la casa, su madre, que cada vez se sentía más aislada y celosa, ya que todos los cuidados del capitán hacia su hija eran en detrimento de ella. Poco a poco la madre fue siendo carcomida por la envidia y el despecho, y odiando más y más a su joven hija. Discutía con ella por cualquier cosa y la maltrataba cuanto podía, hasta que un día el capitán llegó de un viaje y ella le dijo que su amada niña había muerto de una grave enfermedad.

El capitán no podía creer que ya no estuviera su amada hija con él, estaba completamente enloquecido por el inmenso dolor que sentía y empezó a destrozar todo lo que se encontraba por la casa, incluidos los espejos. Pero de repente en uno de ellos vio el reflejo de una escena que lo dejó helado: pudo ver cómo había muerto realmente su hija, envenenada por su propia madre. Los espejos, en su afán de dilucidar lo que había pasado, quién sabe si por fidelidad hacia su joven dueña, revelaron la verdad al desesperado capitán.

Entonces el padre obligó a su mujer a confesar el crimen cometido a sangre fría, tras lo cual la malvada mujer fue a la cárcel, muriendo a los pocos meses allí. En cuanto al capitán, al enterarse lo que le pasó a su mujer, enloqueció y amarró a su propia hija en su cama y le hizo cosas horribles que no se pueden mencionar. Luego el capitán, salió y se fue al mar para nunca más regresar. No se sabe más de la historia.

Desde entonces la casa ha estado deshabitada y llevaba unos 150 años así cuando mi novia y yo decidimos entrar. Nada más poner un pie dentro significaba sentir una pesadez en el aire extraña, los dos nos cogimos nerviosos y entramos empezando a sentir que el frío nos atenazaba. La estancia a la que entramos por una de las ventanas parecía ser el salón, aunque solo podíamos ver lo poco que quedaba iluminado por la pantalla de nuestros teléfonos móviles.

Había cristales rotos y cosas tiradas por el suelo, por causa de anteriores saqueos. Pero lo que más había eran espejos: espejos en la pared, espejos en las repisas y en el suelo. Cuando los iluminamos a veces nos devolvían una aterradora sombra que después resultaba ser nuestro propio reflejo pero nuestro terror iba en aumento. Mientras mirábamos alrededor, empezamos a escuchar un extraño sonido que provenía del piso de arriba. Mi novia lo oyó primero y me hizo un gesto para que guardase silencio. Nos quedamos callados y pudimos darnos cuenta que parecía un extraño lamento de una voz infantil, el más triste que yo había oído nunca.

Todavía no entiendo porqué pudimos superar el miedo y subir por la escalera, que estaba completamente negra de oscuridad y de la que sólo podíamos iluminar parte de los escalones que íbamos subiendo. Al llegar arriba, entramos en otra habitación en la que podíamos ver algo más debido a que se filtraba un poco la luz de la luna y daba una pálida claridad a la misma. Nerviosos, empezamos a acercarnos al lugar desde el que sentíamos que provenía el sonido pero cuando llegamos al sitio -una cama antigua llena de polvo con una pata rota y sin sábanas ni colchón- vimos que no había nada. Fue entonces cuando al darnos la vuelta vimos reflejada en el espejo la imagen de la niña. Estaba como si se encontrase sobre la cama y en los estertores de la muerte, con salvajes espasmos -se movía como loca… .Peor que la chica que sale en la película del exorcista- y escupiendo sangre.

Cuando vimos eso salimos corriendo de allí. Ni siquiera sé cómo lo hicimos porque el teléfono que utilizamos para alumbrarnos cayó al suelo y no nos volvimos a buscarlo. Aún en completa oscuridad conseguimos salir, después de chocarnos y tropezar con muebles y espejos. Cuando conseguimos salir, los dos nos quedamos, completamente blancos y agotados, sentados en la esquina de una calle cercana. De repente, mi novia señaló hacia mi pecho, y al mirarme vi que sobre mi camisa había salpicada sangre. Lo primero que pensé, fue que era la sangre de la joven moribunda. Sin embargo ella también tenía mucha sangre en su blusa y también asumimos que era la sangre de la niña


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